ANTONIO JOSÉ MONAGAS :
¿Un problema de “sobrevivencia”?

La diáspora o éxodo ocasionado por el desastre que transformó a Venezuela en una ruina de país, o en un país arruinado, no sólo determinó agudos problemas para países cuyos predios ha sido refugio y lugar de advenimiento para tantos venezolanos. Sino que además, despojó a Venezuela de la dinámica de vida que siempre le ha conferido su gente.

Esto dio cuenta de la magnitud de la disminución de la población, problema éste que comenzó a desvestir al país en función de lo que refiere la demografía. Es decir, del conocimiento de su población en cuanto a su tamaño, crecimiento, evolución y desarrollo.

Ya no es tanto lo que implica la emigración de venezolanos, realidad ésta que evidencia la desmedida proporcionalidad de una crisis que atraviesa todo espacio en un tiempo todavía sin clasificar por la historia política contemporánea nacional. Es igual, o tal vez peor, el problema que ha empezado a darse toda vez que dicha situación es expresión de un drástico descenso de la población que habita Venezuela. Y sin duda que esto avivará gruesos inconvenientes al momento de estimar acciones gubernamentales –en un próximo momento político- relacionadas con la planificación del desarrollo humano, económico y social de la nación.

Este problema no sólo tiene una lectura matemática capaz de interpretar el número de venezolanos que toman la decisión de salir del país. Ello, sin más recursos que los que la inmediatez, la urgencia y la consternación pueden generar. Al mismo tiempo, cabe considerar la lectura derivada de las realidades que acompañan a quienes se quedan en el país resistiendo casi los mismos embates de quienes se van y deben soportar dificultades propias de las crudas situaciones que deben afrontar. En el fondo, se trata ciertamente de un problema de “sobrevivencia”, toda vez que unos y otros no escapan de las contingencias que la incertidumbre, asociada a las rigurosas realidades, determinan.

Sin embargo, hay formas de evaluar ambos contextos definidos por la conjugación de múltiples exigencias y dificultades. El que determina el aguante de quienes emigran, y el que resiste quienes se quedan. Si bien ambos universos poblacionales se pasean por parajes traumáticos, es posible que una determinada categorización de lo que cada grupo padece, pudiera concebir una respuesta de equilibrada consideración.

Pero tanto unos como otros, deben sobrellevar problemas relacionados con razones de similar tenor. Aunque por momentos, es posible que una población respecto de la otra, cualquiera que sea, pueda correr con más suerte que la otra al momento de salvar alguna de las brechas que, indiscutiblemente, van acentuándose o profundizándose a medida que las necesidades y atenciones comienzan a hacerse más intensas.

Quizás el tiempo pueda ser el ámbito que habrá de permitir, si acaso una población tuvo mayor razón que la otra al haber decidido salir o quedarse. En todo caso, por donde dicha situación pueda analizarse, la misma es injustificable e inaceptable desde cualquier mirada o perspectiva. Sobre todo, cuando se entiende que la diáspora venezolana no tiene su causa en una guerra como si es el caso de Irán o Siria, países que vienen arrastrando conflictos bélicos. Y que por tanto, incitan el éxodo masivo de sus poblaciones.

No obstante, indistintamente de lo que el tiempo pueda remediar, siempre será inadmisible que sobre el futuro recaiga la terrible consecuencia que el éxodo venezolano, a la velocidad con la cual se moviliza, configure el horizonte del otro y grave problema que está acarreando. Eso es, empujando a la disminución de la población que, valientemente, permanece en pie de lucha encarando los problemas propios de la crisis política, social y económica que, “a paso de (tramposos) vencedores”, está haciendo metástasis en suelo patrio. Aunque no por ello, los emigrantes dejan de enseñar la voluntad y coraje que caracteriza tan valerosa decisión de salir del país a costa de todo esfuerzo. Al fin de cuentas, se dice que la vida no es sino un rosario de ocasiones donde hay que aprender a sobrevivir. Aun así cabría preguntarse, es acaso todo lo que está padeciendo Venezuela: ¿un problema de “sobrevivencia?