Javier Osto:
Juventud Venezolana: Esto antes no era así (V y última parte)

Con esta última parte queremos recalcar a nuestra juventud, con la experiencia por delante, que nos consta,  que lo vivimos, que sabemos lo que tenemos ahora  y lo que teníamos.  Como vivimos ahora y como vivíamos, que este país no era así como está.  Que el pueblo de Venezuela  que sufre en carne propia esta debacle que nos asfixia sin distingo, no se merece bajo ningún argumento lo que está padeciendo.   Si es verdad, había carencia, lógico, había necesidades, faltaba muchísimo aún por hacer y mejorar había pobreza,  pero nunca se había vivido esta paralización casi absoluta,  esta  mendicidad escalofriante que ahora vemos.  Este infierno que nuestra juventud está viviendo escapándose de un país sustraído que los vio nacer, para buscar futuro en otros territorios fuera de sus fronteras patrias. Cuánto duele cuando un hijo te dice “me voy porque aquí no tenemos futuro”. Eso duele una y muchas  lágrimas. Eso duele una y muchas palpitaciones del alma, del corazón. ¿Cuándo te vuelvo a ver personalmente? ¿Cuándo poder abrazarte de nuevo? Es una tortura, no hay duda, infringida a los sentimientos familiares.  

I

Éramos un país en vías de desarrollo, sí, lo éramos y  con unas perspectivas de crecimiento enormes. Donde la familiaridad, la hermandad, el apoyo mutuo, la fraternidad eran parte de las fortalezas del gentilicio cultural de nuestro pueblo. En la época que no éramos lo que somos ahora, en que no vivíamos  esta miserable situación actual. En esa otra Venezuela de antes a esta, y  es bueno que nuestros jóvenes lo sepan y se hagan su propio esquema en sus ideales, era frecuente ver carros, camionetas, minibuses, en esta época de vacaciones estudiantiles, en caravanas,  con un anuncio explicativo de origen y destino: De Caracas pa’ Margarita; de Valencia pa’ El Tigre; de Maracaibo pa´ San Fernando de Apure;  de Pto. Ordaz pa´ Barquisimeto. Eran anuncios de un pueblo que trabajaba pero disfrutaba. Su trabajo le permitía la posibilidad de poder disfrutar y sabía que conseguiría lo necesario para hacerlo. Eran anuncios que comunicaban placer  por y para  el encuentro de la familia.  Era la Venezuela feliz, el país para querer que nos han arrugado  bajo signos dogmáticos del siglo XXI. En Los pueblos las fiestas patronales era todo un acontecimiento: el reencuentro de los hijos del pueblo con su terruño y con su familia. Y nada de epítetos de corte político que les encanta a los gobernantes actuales, que si socialistas, que si fiestas revolucionarias, que si X que si Y… distorsionantes de la tradición y la fe de la gente.

II

En otros tiempos, cualquiera de nosotros con mediano sueldo podíamos adquirir un vehículo. Y los repuestos estaban a la orden del día a costos muy asequibles. O una casa modesta. Los docentes, médicos, oficinistas, técnicos  con su salario, con sus vacaciones y utilidades se daban el lujo de irse a Margarita o Punto Fijo, a comprar, en lo que se llamaba la Zona Franca o Puerto Libre, (hasta eso lo acabaron) cualquier cantidad de mercancía y utensilios para el disfrute de toda la familia. En cada sector de nuestros pueblos y ciudades  uno se conseguía gente trabajando construcción, fabricando, los albañiles no se daban abasto. En cada ferretería había cemento, cal, cabillas materiales de construcción a granel y a precios competitivos.  Los productores agrícolas adquirían sus productos en diferentes tiendas y empresas del ramo, sin necesidad de tener carnet de control político.  Los ganaderos mantenían sus rebaños en potreros o sueltos sin el temor del abigeato o al atraco con uniforme oficial,  que ahora es una moda. En esos campos alejados en las costas del Orinoco, en cualquier bodeguita por humilde que fuera conseguías, sardina, espagueti, aceite para comer, aceite para tu vehículo, sal, azúcar, de todo. Sí, de todo.

III

Nuestro Bolívar, ese que  es nuestra moneda oficial en honor a nuestro Libertador y que en dos décadas le han quitado ocho ceros, y lo han devaluado tanto que ya nadie lo quiere. Ese que con bombos  y platillos y aplausos mediocres  lo llamaron “fuerte” y luego  lo llamaron “soberano” y que hoy en día está tan debilitado que ni siquiera se puede sostener en pie. Ese Bolívar, antes, era fuerte de verdad hasta hace una dos décadas, nunca el dólar gringo  le pudo pasar de 4,5 bolívares por  dólar. Con 10  bolívares hacías un mercado.  Con 100 bolívares bebías ron, cerveza, comías perro caliente, empanadas, arepas rellenas,  pagabas el cine y hasta una habitación en un hotel. Celebrabas el cumpleaños o la graduación de tus parientes con tortas y sancochos. Si la vida era así, en esta Venezuela que ya no es. Eso no era derroche, era tu vida a plenitud. Mientras tanto esperemos, con firmeza,  pero no nos conformemos, ni nos acostumbremos a esto. No hagamos  de la frase “algo es algo” nuestro proceder para vivir. Tenemos que salir adelante. Y la juventud es el futuro.