Para llegar a Múcura hay pasar entre mil cráteres

Carlos San Diego

EL TIGRE. Rafael Reyes Cordero, es una biblioteca viviente. Se paseaba mentalmente por la relación de la parroquia Múcura del municipio Miranda, desde la colonización hasta estos días. 

Dice que el pueblo se debe a la evangelización de los capuchinos impuesta a los indígenas que habitaban la costa norte del río Orinoco, “por allá por 1750 y tantos años”. Lo demás es una larga experiencia de su azarosa vida, de la que todavía se confiesa que es perezjimenista, y en ejercicio de sus cargos públicos, estaba al frente del acueducto en El Tigre, el 23 de enero de 1958, cuando el general huyó “en la vaca sagrada”. 

Después de atravesar y pasar por una carretera llena de huecos que es como pasar entre mil cráteres, donde el fotógrafo y  a su vez chofer y dueño del carro, cada vez que el vehículo le caía en una de las troneras hacía gesto igual a que el golpe lo recibía él en el alma. Es que el tramo que conduce de la ciudad de El Tigre a la parroquia Múcura del municipio Francisco de Miranda del estado Anzoátegui, se encuentra  en pésimo estado. 

A esta parroquia llegamos en pleno mediodía. Una bosta fresca de vaca en la entrada principal de la modesta plaza Bolívar, nos indica que estamos pisando tierra de cría de ganado, al igual que lo mostró una madrina de becerros que se desplazaba por la calle principal a la entrada, viniendo de El Tigre. El sombrío samán en medio de la misma plaza junto a un josefino floreado es una reliquia de la naturaleza incitando a echar un sueño con la bendición de San Juan al frente de su iglesia. Las gallinas, que no se sabe quién es su dueño hasta que en la tardecita buscan su dormidero, escarban aquí y allá, nadie las molesta ni a nadie molestan, ni al obrero que aguarda pensativo, sabrá Dios en qué, sentado en un banco con un equipo amarillo, quizás contentivo de químicos para matar malezas. 

En una anterior visita a Múcura, nos recibió en el camino, bajo los postes del tendido eléctrico un niño sobre un burro en pelo, cargando unas botellas de leche, bien de mañana, mientras que en el alto, en el barranco de la carretera, lo aguardaban dos más, sobre un caballo castaño, que tampoco llevaba silla. Ahora, otra vez frente a la valla de identificación de la comunidad, cerca a la sombra de un árbol de monte, se encontraba otro niño, montado en una yegua baya parida, pero ésta sí llevaba silla y ciertos aperos.

Sed entre dos ríos 

Buscando personas que pudieran darnos referencias de la población,  dimos con la casa de Williams Rodríguez, en una esquina, en diagonal a la escuela. Recuerda que hace algún tiempo estuvimos por allí, por la foto que se publicó del niño lechero sobre el burro. Cuenta que ya muchas de las personas de más edad en el pueblo “se han ido”. 

-Sí, se han ido, ahora viven en el cementerio- indica. 

Nos informa que Múcura está asentada entre dos ríos: el Tapurisquén en la parte norte, camino hacia El Tigre, y el Mucuritas en la parte sur, camino hacia Boca del Pao. “Ahorita tenemos muchos problemas por la falta de agua potable. La bomba electro sumergible del pozo se quemó. El agua nos la suministran en camiones desde un centro de operaciones petroleras. Y cuando la cisterna no llega a tiempo, debemos acudir al favor de los vecinos para ir a buscar un tamborcito al río Tapurisquén, que es uno de los que todavía queda sin que lo hayan destruido las compañías petroleras”.

Los recuerdos de María 

La iglesia de Múcura permanece con la puerta de madera cerrada pero sin seguro. La empujamos y entramos. San Juan, su patrono está al fondo presidiendo al altar. Luce limpia y acogedora. Hace poco más de tres semanas se celebraron las fiestas patronales. Todavía hay ramos de flores moribundas al pie de los santos, como los restos de la misa de ese día. 

Al lado de la iglesia vive María Maita. Se muestra amigable desde un primer instante. Nos invita a pasar al largo corredor de su casa donde se oye a la brisa jugar con las hojas de cambur cargados de racimos y las ciruelas del fresco patio familiar. 

“Yo nací aquí y aquí levanté mi familia. Cuando empecé a tener uso de razón, recuerdo que las casas eran de barro y juásjua. Casi todas tenían ya techo de zinc. Nos surtíamos de agua de una quebradita llamada Tacamajaca. El Tigre es el centro poblado más importante que siempre nos ha quedado más cerca. Antes para ir y a El Tigre y regresar, eran dos y tres días de camino. No había carreteras. En tiempo de lluvias eran unos grandes fangales, difícil de cruzar. Se viajaba más que todo en bestias (a caballo)”.  La vía de asfalto se comenzó a construir en 1986, según don Rafael Reyes Cordero. 

María, con su trato sencillo, cuentaba que Múcura era parroquia. Cree que después por rivalidades políticas entre algunos “líderes” de la comunidad, quedó como caserío, dependiendo jurídicamente de la parroquia Atapirire, del mismo municipio Miranda. “No sé si eso todavía es así, creo que no, pero nos echaron esa broma”.

Recuerdaba con afecto a una mujer de nombre Alba Rebolledo de Reyes, ya fallecida “que hizo mucho por la gente de Múcura, gestionaba y se preocupaba por el pueblo, promovió la junta comunal, eso que ahora es consejo comunal. Por cierto, allí en el consejo comunal pueden conseguir la historia de Múcura que la trajo escrita una abogada que es jueza, nacida aquí y que trabaja en Caracas, Rosita Reyes”.

Se refiere al problema del agua. Pero destaca los beneficios de que “la escuela está muy bien. Funciona hasta educación básica y los tres niveles de educación inicial. Hay policías. El ambulatorio fue remodelado. A la mujer que le da tiempo, va a parir para El Tigre, pero a la que no, pare aquí mismo”.

Transporte público 

Isis Osorio, otra mucureña, reclamó que se gestione la solución a uno de los problemas más graves que tiene Múcura, que es el transporte público. “Había un autobús asignado por la alcaldía del municipio Miranda para  cubrir la ruta Boca del Pao-Múcura, pero eso se acabó. Nosotros aquí quedamos varados. Queremos un autobús que sea solo para Múcura”. 

Un día que no sea tarde 

Como decía  Rafael Reyes Cordero: Los años pasan y el pueblo queda. Sólo que se va llenando de canas. Los jóvenes se van. Pero como Múcura es Múcura, así tenga el cuello un poco estrecho, por allí entrará un día que no sea tarde, la verdadera sostenibilidad y dignificación para este pueblo. Jamás se romperá como ocurre en la famosa canción del colombiano Toño Fuentes. 

Con nombre de vasija 

Múcura es la vasija hecha de arcilla y ceniza de la corteza del árbol mamoncillo, que en forma de tinaja pero con el cuello de la boca más larga y estrecha, se usaba antiguamente para cargar agua y otro líquidos, y también hasta para guardar granos. De allí, vaya a saber por qué razón, tomó nombre este pueblo.  

 

 /Foto: José González.