ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN:
Militarismo y democracia

militarismo2Posiblemente, uno de los errores más graves del chavismo, cuyas consecuencias más funestas estamos sufriendo en estos días, es que contaminó la democracia con la cultura autoritaria, propia de los militares. Los militares son formados para obedecer y dar órdenes. En la estructura completamente piramidal del mundo militar los de arriba mandan y los de abajo obedecen. La mera crítica a las órdenes se considera una falta de disciplina o incluso un delito. De ahí que el mundo militar privilegia la obediencia ciega y puede resultar muy peligroso pensar con la propia cabeza.

 

Los militares son formados para ver la realidad de un mundo dual y fuertemente maniqueo: héroes o traidores, patriotas o apátridas, militares o civiles. En los enfrentamientos o contiendas, no hay oponentes o rivales, sólo enemigos que hay que derrotar o incluso aniquilar. Todo, (recursos, hombres, planes, ideas), se orienta a ganar la batalla o la guerra (no en vano la palabra estrategia en su origen griego, significa precisamente “el arte de ganar la guerra”) y para lograr tal fin todo suele estar permitido. El fin justifica los medios. De ahí que suele decirse que la primera víctima en todas las guerras suele ser la verdad y los vencedores reescriben la historia según su conveniencia.

 

Si bien la genuina democracia se fundamenta en elecciones justas, en igualdad de condiciones, va mucho más allá de ellas, pues es una forma de organización y de vida fundamentada en el respeto, la diversidad y la honestidad. La genuina democracia se asienta sobre la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, que se unen para convivir mejor y apoyarse mutuamente y nunca se sustenta en la fuerza. De ahí la importancia de que los distintos poderes sean autónomos e independientes, para así poder controlar las tentaciones impositivas o incluso dictatoriales del ejecutivo.

 

Cuando la democracia es penetrada por la cultura militarista, languidece, se desdibuja y termina por morir. Para esta cultura, que sólo sabe mandar, hay que acaparar todo el poder, haciendo que el legislativo, el judicial, el moral, y el electoral refrenden por completo lo que ordena el ejecutivo. Los cargos se otorgan a personas incapaces de crítica pues atreverse a proponer la menor objeción, equivale a caer en desgracia y perder el cargo. El ganar elecciones, sin importar cómo, se considera un aval para seguir haciendo lo que el poder quiera y, de esta forma, la democracia se va transformando en un mero cascarón hueco, sin ciudadanos, o puede llegar a entenderse como la dictadura de la proclamada mayoría sobre la minoría, o en su mayor perversión, la dictadura de unos pocos sobre todos los demás. En esta situación, se utiliza la miseria del pueblo para mantenerse en el poder. No interesa tanto resolver los problemas o acabar con la pobreza, sino mantener el poder, al que se subordina todo lo demás.