Ronald R. Rodríguez Barrios / ECS
ANACO. Muchas son las promesas que hacen los políticos en tiempos electorales. Entonces a todos y cada uno de ellos les encanta tomarse una foto junto a los niños deportistas, y ofrecen cuanta cosa se les ocurra. Pero una vez que obtienen de la población lo que necesita, el voto, no hay palabra que resista los embates del tiempo.
Por eso es necesario que la valoración que la ciudadanía haga de las ofertas electorales analice hechos y no palabras aplicando la conseja bíblica que recomienda que “por sus obras le reconocereís”.
Basta tener, no un dedo de frente, sino un mínimo de conciencia ciudadana para entristecerse por el aspecto que presenta el estadio de béisbol de Campo Rojo, que fuera por años considerado el templo donde niños y jóvenes se formaban como futuros profesionales de la pelota.
Allí, donde centenares de anaquenses dieron los primeros hits, lo que queda es un desolado territorio de nadie, sin dolientes y que refleja de manera precisa la “preocupación” que tiene por el deporte y la infancia el alcalde de Anaco, Luis Guevara Marrón, el gobernador de Anzoátegui, Antonio Barreto Sira, y los mentados protectores locales y regionales, a saber, Jesús Figueroa y Stella Lugo. Con dirigentes así la actividad está condenada al abismo.
Sería imperdonable requerir el apoyo de la empresa privada cuando ni la misma Pdvsa se ha dignado a tomar cartas en el asunto. Mientras las peleadera política, tan estúpida como estéril, avanzan, Campo Rojo, la cuna de la mayoría de los beisbolistas de Anaco, en el centro del estado Anzoátegui, se hunde en la indiferencia y la negligencia de seudo dirigentes que no tienen ni una pizca de vergüenza.
El deterioro es tal que la Liga de Béisbol Menor de Criollitos de Venezuela en Anaco, la Valenzio Cataldo, se vio en la obligación de salir del recinto y emigrar hacia otros campos deportivos, en los que deben compartir tiempo espacios con los practicantes del softbol.
Los niños de Anaco merecen tender su estadio propio, con las más dignas condiciones porque eso demostrará que los discursos centrados en una “generación de oro” son reales y no exhibiciones politiqueras, demagógicas y populistas. Los deportistas de Anaco quieren hechos, no más palabras.
Foto: Cortesía