Después del acto de nacer, la educación es el proceso más importante, no sólo para instruir a la especie humana, sino para salvarla. Invertir en educación es apostarle al tesoro del futuro.
El escritor y pedagogo incansable que es Antonio Pérez Esclarín, lo dijo: “un buen maestro o profesor es la principal lotería que le puede tocar en la vida a grupos de niños, niñas o jóvenes”.
Cuando uno se adentra por carreteras y caminos polvorientos o llenos de barro de la hermosa naturaleza que comprende el territorio del municipio José Gregorio Monagas, hasta tocar las aguas del río Orinoco, en plena pujanza de la extracción de crudo de la Faja Petrolífera (división Junín), estado Anzoátegui, el contraste social impacta. Hay un desarraigo, así se pise en el mismo patio, no visto años atrás. Hay un desinterés por la asistencia, sobre todo a la población infantil, es decir el porvenir, cuando se supone que hoy, más que nunca, se debería potenciar el desarrollo integral de esa zona. Pero no. Se descuida algo elemental como lo es el fomento de la educación; tan necesaria ahora que entre la población campesina brotan y crecen como yerba mala, por acción externa y complacencia interna, el consumo y tráfico de sustancias estupefacientes, delincuencia organizada y contaminación ambiental.
En el caserío del puerto de Los Dragos hablé con Carly, niña de unos 8 ó 9 años de edad. Asombran su agilidad y habilidad estupendas con las que se desempeña en los oficios cotidianos de su casa a orillas del Orinoco, o igual, pescando morocotos en la desembocadura del río Zariapo. Le pregunto ¿qué grado estudias? Su respuesta es: “No estudio y mis hermanos tampoco. No viene maestra. La escuela la cerraron…”
Su papá, Ramón Yánez, pescador y agricultor, confirma que desde hace unos tres años la escuela fue cerrada. Dice que ningún docente quiere a “aventurarse a dar clases por aquí, en Los Dragos, con el sueldo que le pagan y mucho menos metíos en estos cachales”.
La matrícula escolar la estima en unos 50 niños.
Entonces, me entero que en el municipio José Gregorio Monagas, el caso no es exclusivo del puerto de Los Dragos. El caserío El Manteco, entre las parroquias San Diego de Cabrutica y Uverito, vive similar experiencia. La escuela está cerrada por falta de docente. En Catalinero, ocurre igual. En Agua Blanca, lo mismo. En Pekín, ni se diga. Y así en cada caserío las escuelas están cerradas. No hay maestros dispuestos a trabajar con tan bajos sueldos y viajando de colas por donde ya ni carros transitan en medio de la depresión que vive hoy día la Faja Petrolífera del Orinoco.
En el emporio de la magna reserva petrolera del mundo, que le colocaron el nombre del extinto presidente Hugo Rafael Chávez Frías, quien desde su administración impulsó como nunca antes la formación educativa en Venezuela, los libros se cierran.
En El Manteco son alrededor de 21 niños que han dejado de ir a la escuela. Los demás lo hacían, medianamente, cuando había transporte en las unidades educativas de Guatire y San Diego de Cabrutica, ubicadas a unos 15 y 32 kilómetros de distancia. Ese transporte ya no existe. Los niños se quedan sin estudios a orillas de los morichales.
Parece que a nadie le importa la instrucción, “la moral y las luces”, la constitución de esa mujer y ese hombre que necesita, precisamente la Faja Petrolífera del Orinoco para que de verdad sea un gran foco de desarrollo endógeno y no la cruda realidad de la explotación minera, descomposición social y destrucción de suelos, aguas, flora y fauna que hasta ahora, en el sitio de los acontecimientos, fuera del despliegue mediático, se observa, se vive, se padece.
¿A quién le compete? ¿Ministerio de Educación, Zona Educativa de Anzoátegui, alcaldía del municipio José Gregorio Monagas del estado Anzoátegui, Pdvsa?
Mientras se ponen de acuerdo, hacemos otra pregunta: ¿Qué vale más, un pupitre vacío o un pupitre lleno, un joven con ética y moral o degenerado en malandro, una vida útil o una vida incapaz de servirle a alguien?