Autor: José Antonio Pérez Luna
(En la década de 1990, el reconocido profesor José Antonio Pérez Luna, ya fallecido, realizó una serie de conversaciones con personas de larga residencia en El Tigre. Estas conversaciones las publicó bajo el nombre de “Tertulias” en el diario “Antorcha”, trabajo que luego le valió su designación como cronista del municipio Simón Rodríguez, designación que ostentó hasta el día de su muerte. Su hija, Diana Pérez, de manera voluntaria, facilitó los recortes de prensa de estas publicaciones con el fin de refrescar un poco los aportes a la historia de esta joven ciudad de El Tigre, ahora en la era de las ediciones digitales. En su momento, cada “Tertulia” salió con la ilustración de una caricatura del rostro del entrevistado, realizada por el artista plástico Saúl Alcalá. Desde hoy, entregaremos cada semana, una de estas conversaciones, acompañada, por supuesto, de la caricatura correspondiente, las cuales fueron reproducidas por el fotógrafo Antonio Hernández).
Marcelino Pereira de Oliveira, nació en la pequeña comarca de Ponte Da Barca, Portugal, el 8 de mayo de 1937. Hijo de un modesto matimonio formado por Don Manuel José De Oliveira y Doña María de Jesús Pereira, raíces originarias de una familia de cuatro hermanos estrechamente ligados a una buena parte de la historia de El Tigre; ellos: Rodrigo, Antonio, Gil y Marcelino, acudieron al llamado paterno cuando Don Manuel necesitó de sus retoños para abrirle paso a la naciente familia y así abandonando la madre tierra, Marcelino llega al puerto de La Guaira el 4 de noviembre de 1950.
Una breve estadía en Caracas lo retiene hasta el día 12 y el 13 de noviembre de 1950, justo en el momento en que Venezuela vive uno de los episodios más violentos de su historia contemporánea; arriba a El Tigre con temprana edad de 13 años y con 6to grado de instrucción primaria, alcanzado en la escuela pública del poblado donde viera la luz por primera vez.
Dedicado al oficio de panadero, comparte con su padre los duros días de un comienzo difícil en la panadería “LISBOA”, propiedad de Don Manuel y ubicada en la calle “Guevara Rojas”; para entonces, no se cubría una gran demanda, pues no se había consolidado un proceso demográfico y aún la ciudad no contaba con un proyecto de planificación urbana; no existían suficientes mecanismos de transporte, ni mucha disponibilidad de capital.
En medio de aquella realidad pueblerina, veremos a nuestro personaje vendiendo el pan por encargo y llevando al hombro una mara, rumbo al comedor escolar del Grupo Nacional “Estado Trujillo”; posteriormente conduciendo una bicicleta de reparto, hasta llegar a la adquisición del primer vehículo para el reparto del pan: una camioneta Panel marca FORD modelo 1955 con un rótulo en grandes letras que decía: PANADERÍA LISBOA.
“Cuando llegué, El Tigre ya era un pueblo bastante grande, sin mucha estructura urbana… su desarrollo en ese sentido se extendía hasta El Luchador: no existía la primera carrera, ésta se resumía al trazado de una carretera de tierra que conducía a El Tigrito, y la única construcción más o menos en pie, era la que abrigaba a la emisora “LA VOZ DE EL TIGRE”; el mercado municipal era amplio y la comida abundante, existían buenas tiendas y frecuentaba con papá “La Casa China”, a tomar café de perolita , así conocí al chino Germán, recientemente fallecido, a Dionisio González, dueño de “La Espartana”; La Siria, ya era una tienda consolidada y de mucho prestigio”.
Su juventud transcurre entre las obligaciones del trabajo y una gama de iniciativas e inquietudes producto de esa efervescencia espiritual que acompaña a todo joven; es entonces, cuando al lado del hoy consagrado artista nacional de música criolla José “Catire” Carpio, Teresita Piñero, Rafael Quiñones, y Jesús Ávila Tineo, participa en un programa musical titulado “Buscando estrellas para el futuro” que se trasmitía por LA VOZ DE EL TIGRE.
“Mi verdadera pasión siempre fue el deporte, a estas actividades he dedicado el mayor tiempo libre que he tenido; inicialmente con el FÚTBOL donde llegamos a fundar “El Tigre Fútbol Club”, que fue uno de los equipos más destacados y uno de los mejores del oriente. Pero luego vino la época del ciclismo, disciplina con la que he colaborado hasta ahora.
De aquella época debo recordar a José Romero (el margariteño), Hernán Brito, José Arriojas, los hermanos Simón y “el mudo” Marcano, “el siete macho”, Matías Marín y Ramón Noriega; no se corría por equipos, la participación era individual y espontánea; el club más destacado era el CLUB VENEZUELA que, en ocasiones, venía desde Caracas y localmente, el CLUB BENOTTO, que vendía las bicicletas y regalaba las franelas; recuerdo que el negocio se llamaba: “EL IMPERIO DE LAS BICICLETAS”, ubicado en la calle Anzoátegui, esquina con Negro Primero”.
Su constante preocupación y colaboración en los certámenes deportivos, le ha permitido desarrollar una admirable tarea por el rescate de los valores, que a nivel nacional e internacional le ha dejado gratas satisfacciones.
Fiel luchador por la unidad y fraternidad de la colonia portuguesa, donde ha cosechado gran afecto y aprecio, Marcelino de Oliveira, ha tenido una gran participación pública en diferentes responsabilidades que ha tenido que asumir: directivo de la Asociación de Ciclismo del Estado Anzoátegui; miembro de la Asociación de Fútbol del Estado Anzoátegui, directivo de la Cámara de Comercio, Presidente de Rotary Club de El Tigre, para el período 1974-1975, directivo del Centro Cultural Español, fundador y Presidente de la Casa Portuguesa; actualmente es representante del recenso electoral de Portugal para la colonia residente en El Tigre.
“Yo me declaro fiel defensor del trabajo, como mecanismo y obligatorio para alcanzar con honestidad la estabilidad de la persona y la familia, ello ha desarrollado en mí, un amplio sentimiento de solidaridad, para con toda la comunidad de El Tigre y El Tigrito, a las que he dedicado 40 años de mi vida, identificándome con sus necesidades, angustias y felicidades… en eso, Dios ha sido misericordioso conmigo; mis hijos todos nacieron en El Tigre, y esa es mi mayor satisfacción”.
Casado con la señora María Arminda Amorín, el 3 de febrero de 1963, unión que procreó tres hijos: Irene María, farmacéutica; Luis Manuel, ingeniero en electrónica y María Elizabeth, estudiante de 4to año de derecho.
De sus amigos de ayer, pero amigos de siempre, Marcelino recuerda con abultada deferencia a los hermanos Piñero: Timoteo (+) buen bolerista, Ramón y Teresita, a Manuel Díaz Braz, Juan Pedro Cunha, José Romero, “el indio” Figuera, “Chuíto” y Julio Almeida, y otros que se le escapan, pero que dentro del contexto de sus luchas iniciales, fueron un elemento de sólido apoyo y escalón determinante a su incorporación a la luchas por el país, que el 30 de abril de 1975 lo recibió en su ordenamiento constitucional como venezolano naturalizado.