Carlos San Diego
Hay poblaciones con una tradición llanera que se refleja en cada uno de sus habitantes, en cada una de sus casas, en cada espacio y cuadra que las conforman. Maní, arraigada en el departamento de Casanare, Colombia, es una de ellas. Allí nació el 9 de noviembre de 1974, una mujer que por su canto, que por su estampa y por lo que su hechura humana significa, sólo ha afianzado esa cultura; ha trascendido las fronteras sin perder el eco de un cabestrero, la tonada de madrugada en un corral y una flor de cayena en el pelo de una nativa que adorna el caney. Ella es Leidy Lara “la negra pulmón de oro”, una voz privilegiada, que más que de sus pulmones, le nace del alma; de ese cristal inmutable y sonoro que es el espíritu del ser humano. Es una virtud.
De Maní a Puerto Gaitán
Su familia vivió en Maní hasta que ella tuvo cinco años de edad. Luego se trasladaron a Puerto Gaitán, en el departamento del Meta. Su papá trabajaba en la administración de algunos hatos ganaderos. Hombre de rectitudes.
Tenía ocho años de edad y cursaba primer grado en una escuela rural cuando sorprendió a todos quienes la escucharon en su primera presentación en público. Ocurrió en 1982. Cantó la canción “Colombianita” de Reynaldo Armas. El premio por su actuación fue seis cuadernos y una cartilla. Las primeras letras.
Sin embargo, y aunque es sobrina de una de las cantantes legendarias de música llanera en Colombia, como lo es Elda Flórez, no le fue fácil a Leidy Lara, conseguir las oportunidades para proyectar su potente voz. El primer obstáculo fue el del entorno de sus padres. No les parecía de buen proceder que una muchacha anduviera en las tarimas cantando. Cantar significaba parranda y según ellos, parranda no era el mejor destino para una mujer. “Esas vainas no dejan nada bueno”, refunfuñaba el viejo administrador de hatos. Veía muchos gavilanes cerca del patio.
La trabajadora de la heladería
Pero nunca falta una abuela que consienta a la nietas y hasta les alcahueté caprichos y propósitos. A Leidy no le faltó. Ahí, contraria a lo que opinaban sus padres, estaba doña Leonor Torres. Se valió del pretexto de que su nieta tenía que ir a su casa a ayudarla en oficios domésticos y la verdad era para que Leidy participara con sólo 16 años de edad, en el festival internacional La Cachama en Puerto Gaitán. Ganó el premio en voz recia y también como mejor pareja de baile. De esta manera, la muchacha trabajadora de la heladería Las Acacias se convertía en una triunfadora entre grandes figuras de la música llanera. El talento, como los manantiales, por algún lado revienta.
Ese triunfo, a pesar de no quebrantar la oposición de su padre, a que ella siguiera cantando en público, le permitió enarbolar una bandera irrebatible. Más pudo la pasión por el canto que cualquier queja de sus progenitores por el temor a lo que pudiera depararle en la vida dedicarse a cantar joropo. Ella no se inmutó. Su nombre comenzó a ser referencia. “La vendedora de helados, canta bueno”. “La negrita cachetona tiene una voz que hace temblar el cielo”. “¿Y de dónde salió esta polla que cuando suelta el tañido casi arrincona el arpa?”, eran algunos de los comentarios después de la actuación de Leidy Lara en el festival La Cachama. El principio del éxito la invitaba a seguir adelante.
Cuando los hechos hablan
Se trasladó a la ciudad de Villavicencio, capital del departamento del Meta, con el apoyo de las señoras Tenay Torres y Nohora Trigos. Ellas le ofrecieron la oportunidad de cantar en diferentes sitios que presentaban espectáculos de música llanera en esa ciudad. Fogueo y madurez artística.
A los 19 años de edad, en 1993, gana en voz recia en otro de los festivales internacionales más renombrados del llano colombiano en San Martín, también en Meta. Eso apenas fue el principio para escribir una historia que engalanó con más de 60 primeros lugares en diferentes competencias de canto de música llanera. En algunas, repitió sus triunfos como para imponer un registro imborrable. La década de los años 90 la mantuvo bajo su égida. Dejó la marca de su hierro candente en las diferentes tarimas festivaleras. No para signar una propiedad, sino para ratificar calidad. Los hechos hablan. Y hablan a sazón del sudor de su frente y el esfuerzo propio.
He aquí algunos de sus galardones y los años en que los ha conquistado: Festival San Martín, en San Martín de Los Llanos, Meta (1993, 1995, 1996, 1998); Festival de Arauca, en Arauca, (1993, 1995, 1997, 1999); Festival Cimarrón de Oro, en Yopal, Casanare (1993); Festival de la Sabana, en Villanueva, La Guajira (1993); Festival del Cacho, en Cumaral (1993); Festival de la Bandola, en Maní, Casanare (1994,1996,1998); Festival Internacional Villavicencio, Meta (1994); Festival del Retorno, en Acacías, Meta (1993,1994,1996 1997); Festival Internacional del Rodeo, en Tauramena, Casanare (1998); Torneo Internacional del Corrío en Puerto Carreño, Vichada (1994,1995,1997,1999) y Festival de la Cachama, en Puerto Gaitán, Meta (1900, 1994,1996 1997 1998 1999, 2000). Estrella con luz propia su país.
De este lado de la frontera, después de atravesar el puente Simón Bolívar, en Venezuela, también levantó las ramas de los laureles en el Festival Internacional de la Asociación de Ganaderos del estado Táchira (Asogata) en San Cristóbal, estado Táchira, (1997); Festival Internacional San Cristóbal, en San Cristóbal, estado Táchira, (1998), Festival Internacional de Elorza, en Elorza, estado Apure (1997) y Festival Internacional Voz del Ama Llanera, San Fernando de Apure, estado Apure (1997). Toda un remanso de triunfos.
“La negra pulmón de oro”
Después de acumular estos méritos competitivos, con un público que la aclamaba y por otro lado, colegas suyos que, entre respeto y cierto recelo, también la aplaudían, Leidy Lara, emprendió el proyecto de la grabación de su primera producción discográfica. Así lanzó al mercado su disco “Laidy Lara la auténtica”. De ahí, de esa placa, surgió el seudónimo que la identifica “la negra pulmón de oro”, que a su vez en un joropo escrito por Javier Vargas. Fuerza interpretativa.
Camina porque camina
El segundo material discográfico de esta hija de Maní, fue “¿Y quién me dice que no?”. Allí tatuó en los oídos de sus seguidores una de sus grandes cartas “La guachimana”. Posterior han venido otras producciones discográficas con muy buen recibimiento por el público. Entre ellas: “Leidy Lara camina porque camina”, “Llegó el joropo”, “Esta soy yo”, “Ya me cansé” y la recopilación de “35 éxitos de oro” que fue editado a finales de 2017. También hay cuatro volúmenes musicales realizados junto a otros artistas en las que igualmente se incluyen canciones suyas. Un compendio como para no quedarse dormido.
Sonoridades
Leidy Lara ha grabado piezas de la firma de diferentes autores. Algunas de las canciones más aclamadas en su voz son: “Loca de amor”, “La guata”, “La guachimana”, “La negra pulmón de oro”, “Camina porque camina”, “De aquí y de allá”, “Si un día te vas”, “A nadie le pertenezco”, “Dos países, un joropo”; “¿Y quién me dice que no?”, “¿Y qué le vamos a hacer?”, “Imaginaciones”, “Tranquilo corazoncito”, “Hoy dices que vas”, “Caimán por qué caimán”, “Aquí está la maniceña”, “Machista y necio”, “Ayer me habló mi caballo”, “Guitarra quitapesares”, “Cuente cabeza y despache” y “Lo vieron llorar”. Cosecha para el buen gusto.
En escena
“Cuatro palos” se llama la agrupación musical que acompaña a Leidy Lara. Con sus integrantes ha recorrido toda Colombia y gran parte de Venezuela. Ha actuado en espectáculos en los que también se han presentado artistas de tendencia llanera como los venezolanos Reynaldo Armas, Francisco Montoya, Luis Silva, Scarlet Linares, Cristina Maica, Reyna Lucero, el ya fallecido Julio Pantoja, Jorge Guerrero, Domingo García, Ignacio Rondón, José Gregorio Oquendo, Teo Galíndez y Jesús Moreno y los colombianos Cholo Valderrama, Juan Farfán, Walter Silva, Villamil Torres, Aries Vigoth, Daniel Gualdrón, Nancy Vargas y Wilton Gámez. En conjunto, sólo su presencia, ilumina como cocuyos de Dios, cualquier escenario. Crema y nata de la música llanera.
Esta colombiana le ha puesto su portento de tolvanera en los caminos, su fuerza de río crecido y su alegría de mastrantal en flor, a espectáculos en lo que ha alternado con artistas de otros géneros musicales. A saber: Rey Ruiz, Gran Combo de Puerto Rico, Carlos Vives, Pipe Peláez, el desaparecido físicamente Diómedes Díaz, Binomio de Oro, Gilberto Santa Rosa, Víctor Manuel, Grupo Niche, Son de Cali, Jorge Celedón, Pipe Bueno, Darío Gómez y Jhonny Rivera. Diversidad en el tablado.
A manera de anécdota
A manera de anécdota, dentro de la galería de triunfos que en los festivales internacionales, obtuvo “la negra pulmón de oro”, el más difícil que ganó fue el Festival del Rodeo, en Tauramena, en 1998. La competencia fue muy reñida para el jurado. Tuvo que cantar cinco veces para lograr el desempate del primer lugar con la venezolana Mariluz Castillo. En la alta madrugada, con el lucero del día parpadeando y el gallo repitiendo su tercer cantío, Leidy Lara se llevó los máximos honores. Una página de leyenda.
La geografía marca el rostro de los pueblos y las ciudades. Así también, el talento desborda pasión y marca en la vida de quien va a ser y es artista, la inevitable supremacía. Lo que la providencia otorga, nadie puede detenerlo, así sea el padre. Leidy Lara nació para ser cantante, para dar luz con su arte; su progenitor trató de echarle por tierra sus sueños, mas no pudo. A escondidas, la abuela le dio alas y hoy día, la negrita cachetona, vuela alto, consagrada a su profesión. En nada tiene que envidiarle al brillo de las estrellas que ayudan a descubrir la belleza del llano. Un repertorio hecho existencia misma.
Foto: Cortesía.