Carlos San Diego
Boca Apure son unas tres casitas. Boca Apure es uno de los caseríos más bonitos de Venezuela. Su cielo tiene el azul inmenso con algunas nubes de algodón que a cada instante dibujan la esperanza, cuando no lo hacen, el vuelo de las garzas sustituye su imagen con una perfección, que hasta Dios sería capaz de pedirla prestada si fuera a fundar de nuevo el paraíso terrenal. Más abajo, sobre el suelo abierto por pequeños caminos, en época de lluvias se extiende el verdor de los pastos hasta donde no alcanza a divisar el ojo humano; y en temporada de sequía, la tierra no pierde su aroma, huele a humo de candela y huele a flor de espinito, por encima de las fogaradas de calor y del manto sepia de las polvaredas. Y allí mismo, hacia la barranca, pasando entre las raíces enormes de aquellos árboles milenarios, como caimanes dormidos al ritmo del tiempo, está la inmensa avenida fluvial de brillantes escamas en su lomo cuando la luz del mediodía aprieta, y de sangrientos reflejos, cuando la tarde le tuerce el cuello al sol para que deje entrar a la noche con todo su ropaje de tinieblas. Está allí, imponente, sereno, indetenible y majestuosamente adorado, el río Apure. De aquella orilla, de tierra más negra y chiribitales, Apure, es decir, el sur. De esta orilla, con gamelote y raboalacranes, es Guárico, es decir, el norte. Aquí, en este punto, como labrado en la geografía por los hombres y mujeres que lo habitan, está Boca Apure. En las sabanas guariqueñas; pero cuando la mirada atraviesa el río, se tiende sobre las llanuras apureñas. El poblado más cerca que queda es el puerto de Cabruta. Tierra sagrada como la oración.
Bendición natural
En una de esas casas bonitas, cuando el galló soltó su canto, nació a las 5:00 de la mañana del 31 de marzo de 1993, Silvana García. Es la tercera de los cuatro hijos de Senovia Ledezma y Carlos García, a quienes ella misma define como personas humildes, campesinos que viven de la agricultura y la pesca. Con eso criaron a sus muchachos. Sin embargo, en ese proceso de educación y observancia de los hijos en el hogar, notaron en Silvana algo muy peculiar: un talento natural para cantar canciones y declamar poesías. Su deseo fue apoyarla.
Ella tenía siete años de edad. Deciden enviarla a Cabruta. Ingresó a la unidad educativa Ángel Moreno. Sus maestros, de igual modo, rápido notaron sus cualidades artísticas. Empezaron a ensayarla y le aportaron cuanto podían de conocimientos musicales. Comenzaba a brillar una estrella.
El impulso del triunfo
Tenía 8 años de edad cuando participó en el festival de música venezolana Paraulatica Llanera, celebrado en Cabruta. Obtuvo el primer lugar en voz recia. Luego la llevaron a competir en el festival Río, Sol y Sabana en la población de Chaguaramas, estado Guárico; conquistó el segundo lugar. Con 9 años de edad, su tío Fernando Ledezma, arpista y maestro de música, después de ver el potencial artístico de Silvana, habló con su hermana y su cuñado y se la llevó a Puerto Ayacucho, estado Amazonas. De Puerto Ayacucho viajaron a la población de Puerto Carreño, en el departamento de Vichada, en Colombia, para competir en el festival La Palometa de Oro. Ganó el primer lugar en voz recia y también en voz pasaje. Su canto abrió fronteras.
Siguió festivaleando en la región sur de Venezuela. El Tucán de Oro, el Autana de Oro y el Manuel Centurión, son algunos de los festivales en los que se acreditó los primeros lugares. Andanzas de fogueo.
Grado universitario
A los 17 años de edad, decide hacer una pausa en su carrera musical. Cursa estudios universitarios. Se graduó de licenciada en Administración Gerencial en el Instituto Universitario Antonio José de Sucre, en Valencia, estado Carabobo, donde reside. Después, a los 22 años, regresa a los escenarios. El festival Fibra de Oro, en Cabruta, marcó su retorno. Lo más importante fue el recuentro con el público. No había perdido su luz.
“Cartucho quemao”
Meses más tarde emprende el proyecto para la grabación de su primera producción discográfica. Tres años más tarde, con 25 de edad, corona ese sueño. Recuerda que la malograda intérprete de música llanera “la veguera” Elisa Guerrero, la ayudó en la complementación del proyecto, sobre todo, fungió de contacto para conseguir las letras de las canciones que Silvana grabó. Son diez en total. De ellas promociona “Cartucho quemao”, de la autoría del cojedeño Raúl López. La dirección musical y el acompañamiento en la grabación de este primer disco de Silvana García, es del maestro arpista Edixo Herrera, de Tinaquillo, estado Cojedes. Lo demás, es la buena suerte que siempre acompaña a la hija de Boca Apure. Música llanera con alma de mujer.