BRASILIA. Cerca de 31.000 focos de incendio carcomieron la Amazonía en agosto. El fuego, sin embargo, se arrastra por diferentes puntos de una selva tropical de extensión continental y, por ello, encontrar y combatir las llamas no siempre es una misión sencilla para los militares.
Las imágenes de la Amazonía ardiendo han dado la vuelta al mundo y han generado una gran alarma mundial. No obstante, los incendios no siempre pueden ser vistos desde las entrañas de esta región, cuyo tamaño es prácticamente igual al de todos los países de la Unión Europea.
Un batallón por la selva
Los militares del Batallón 54 de Infantería de Selva del Ejército llegaron esta semana a la remota y aislada localidad de Apuí, al sur del estado de Amazonas, con el objetivo principal de aplacar los incendios en el quinto municipio más afectado por las quemas en Brasil.
Pero las intensas y torrenciales lluvias que han bañado la región en las últimas horas -a pesar del periodo de sequía- han facilitado la labor humana y han terminado de sofocar las llamas en esta zona, según pudo constar Efe, que recorrió más de 400 kilómetros en un sólo día junto a las Fuerzas Armadas.
Los militares han recorrido parte de la Transamazónica, una carretera iniciada a comienzos de los años 70 durante el régimen militar, y se han adentrado en sinuosos caminos para realizar rondas en busca de incendios.
El fuego, sin embargo, puede volver en cualquier instante y, por ello, el batallón de la selva sigue acampado en las localidades de Humaitá y Apuí "para atender cualquier necesidad en todo el sur de Amazonas" y "combatir los incendios siempre que haya", según dijo a Efe el coronel Reinaldo Silva.
A pesar del fuerte incremento de los focos de quemas en Brasil, en la selva amazónica no se forma "una gran línea de fuego", a diferencia de lo que ocurre en los incendios forestales de Europa, y las llamas se concentran en diversos puntos aislados, según explicó a Efe el director ejecutivo del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (Impam), André Guimarães.
El fuego, que difícilmente se produce por causas naturales en esta húmeda región, es empleado en la época de sequía para preparar las siembras o para la apertura de nuevas áreas de pasto, pero difícilmente se adentra en el mayor bosque tropical del planeta.
"En Europa el fuego no se detiene porque las especies de árboles tienen resina, lo que supone más combustible. Las especies de la Amazonía, sin embargo, no tienen tanta resina y hay mucha más humedad. Por eso siempre nos referimos a focos de incendio", precisa Guimaraes.
"La suma de esos focos supone un problema, pero no existe una gran línea de fuego. Cuando las llamas llegan al bosque, el fuego para", agrega.
Quema permitida
La quema para la preparación de siembra en la Amazonía es común y está permitida bajo algunas normas, aunque ahora han quedado suspendidas por un periodo de dos meses.
No obstante, según el especialista, el 40 % de las quemas en la región amazónica es ilegal.
Guimaraes se refiere a las quemas provocadas tras la ocupación de tierras de titularidad pública, una práctica tan arraigada que en Brasil tiene un nombre específico, "grilagem", y a quien la practica se le llama "grileiro".
Antiguamente, los propietarios guardaban los documentos de propiedad de tierra falsificados en un cajón con grillos, para que la orina de los insectos envejeciera el papel dándole un tono amarillento y aspecto antiguo.
En Apuí, como en otras tantas regiones de la remota Amazonía, prácticamente nadie posee escrituras de compraventa.
Hace poco, cuenta a Efe un pequeña propietaria rural que prefiere no identificarse, llegaron siete grandes hacendados del estado de Mato Grosso dispuestos a adquirir inmensos terrenos, pues su precio en esta zona cae a la mitad.
"Una vez comprado, tendrán que prenderle fuego para después poner el ganado, por lo que comenzarán nuevos incendios", señala la joven, de 25 años, quien llegó a Apuí procedente de Porto Velho en busca de un futuro mejor.
Fuente: EFE